lunes, 1 de marzo de 2010

ANTONIO MAIRENA, CIEN AÑOS


Antonio crece con el Flamenco en las venas, ya fuera escuchando a aficionados en la herrería o asistiendo a algunas fiestas con su padre donde escucha a Manuel Torre, El Niño Gloria o Joaquín el de la Paula.

Aunque había actuado en el entorno familiar, podemos decir que su primera aparición pública fue en Alcalá de Guadaíra, en 1924, en un concurso que presidió Joaquín el de la Paula, y en el que ganó el Primer Premio, contando sólo con catorce años de edad. Resulta curioso que su primer premio lo obtuviera en Alcalá, ya que desde mi punto de vista son los cantes de Alcalá los que conforman la columna vertebral de sus cantes por Soleá.

Poco después Antonio se traslada a Arahal, donde trabaja en la taberna de un familiar. Tras la muerte de su madre y el segundo matrimonio de su padre se marcha a vivir a Carmona. Poco a poco Mairena se va adentrando en los ambientes flamencos de Sevilla, y es en la Alameda de Hércules donde comienza a ser reconocido. Pero Antonio Mairena acostumbra a recordar como el primer lugar de sus grandes éxitos la esquina entre la Calle Sierpes y la Plaza de San Francisco, donde por primera vez accede a un balcón para cantar saetas en la Semana Santa de la Sevilla de 1933. Se preparó más de cien letras de saetas, y a lo largo de esa semana el público empezó a rendirse a ese joven volcán que irrumpía en el Flamenco. Ese mismo año conoció a Carmen Amaya, que inmediatamente lo contrató. Con ella graba los cantes de la película “María de la O”. En 1936 conoce a Melchor de Marchena, con el que comenzó a trabajar de manera asidua.

Tras la Guerra Civil, se instala en Carmona, donde alterna varios trabajos con sus actuaciones. En 1941 graba sus cuatro primeros discos y poco a poco termina por introducirse en diferentes espectáculos y cuadros flamencos. Con su trabajo se va ganando el respeto y la admiración de todos. Poco después surge la primera gira internacional.
Después está durante una década cantando para Antonio el bailaor, consiguiendo gran éxito.
Poco a poco el Flamenco empieza a vivir un momento de auge y surgen Peñas, la cátedra de flamencología de Jerez , los concursos nacionales de Córdoba y los primeros Festivales, y Antonio prefiere quedarse en Sevilla, en vez de marcharse a Madrid.


El 19 y 20 de mayo de 1962 compiten en Córdoba por la “Llave de oro” del cante: Antonio Núñez “Chocolate”, Fosforito, Juanito Varea, Platero de Alcalá, Pericón y Antonio Mairena. Un jurado compuesto entre otros por Juan Talega, Ricardo Molina, González Climent o Aurelio Sellés le otorgó la Llave de oro del cante al maestro de Mairena. Este premio consagró definitivamente a Antonio como un maestro del cante.


Antonio Mairena tiene mucha fe en las iniciativas populares que empiezan a surgir para dignificar el cante, en torno a las Peñas y a la cátedra de Flamencología y a los primeros festivales que van surgiendo como son el “el potaje” en Utrera o “el gazpacho” en Morón de la Frontera, y que después llegarían a otras localidades como Lebrija, Mairena, Alcalá, la Puebla de Cazalla, etc.


Paralelamente a sus actuaciones lleva una carrera discográfica ejemplar y rigurosa, de tal manera que sólo con sus grabaciones se puede reconstruir el noventa por ciento del cante Flamenco. Su último disco “El calor de mis recuerdos” es una verdadera joya flamenca, y sus cantes por tonás son realmente impresionantes, aunque él siempre ha estado especialmente orgulloso de su obra “La gran historia del cante gitano andaluz”.


También a la par que sus actuaciones y grabaciones desarrolla una importante labor investigadora y difusora del Flamenco. La gran relación que siempre tuvo con los gitanos de las localidades vecinas, le llevó a conocer y profundizar en los cantes y, sin duda ninguna, su amistad con Juan Talega, le hace ir directamente a la Tradición oral más antigua para recrear cantes casi desaparecidos como la liviana, la toná liviana, algunas tonás o los cantes del Nitri, Juanelo, Loco Mateo, etc. En este punto quisiera hacer un inciso que me parece básico, desde mi punto de vista la tradición oral siempre es un arma de doble filo cuando se trata de afirmar que un cante es exactamente de una determinada manera. En realidad el paso del cante de un cantaor a otro cantaor hace que ya no sea exactamente igual, ya que no hay dos cantaores exactamente iguales, por eso a mí me gusta hablar de recreación de esos cantes. Algunos se atreven a decir que él los mejoró, los “limpió”, una autentica barbaridad si nunca se ha escuchado el original.


Fruto de su colaboración con el poeta Ricardo Molina, surge el libro “Mundo y Formas del cante Flamenco”, donde expresan su visión acerca del origen y la evolución del cante, a la par que intenta elevar a la categoría de verdad absoluta la supremacía de los cantaores gitanos. Lo más importante, a mi juicio, del libro, es la clasificación de los cantes, lo que sería el árbol genealógico del cante. En 1976, la Universidad de Sevilla publica el libro “Las confesiones de Antonio Mairena”, donde el maestro cuenta sus recuerdos flamencos, su experiencia y su vida como cantaor.

Antonio Mairena consiguió que el Flamenco saliera de las catacumbas y llegara a la Universidad, llegando a ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Córdoba. Influyó decisivamente al conocimiento, auge y respeto al mundo del Flamenco, eso es innegable.

Recibe innumerables reconocimientos y homenajes, y es el primer cantaor que recibe la Medalla de oro de las Bellas Artes.

Al calor de Mairena, surge el Mairenismo, una corriente de pensamiento flamenco que se erige en defensora de la pureza y la tradición, y que tiene como guardianes de esa pureza a los cantaores gitanos –supongo que ahí no entrará Manolo Caracol-, y como credo esencial a la “razón incorporea” –las razones rituales de los gitanos- y que ha sido durante muchos años, una corriente casi de pensamiento único, que denostó y degradó a grandísimos cantaores, algunos de ellos gitanos, por cierto.


En la actualidad, ese tipo de pensamiento flamenco ha sido profundamente revisado. Una vez más el tiempo se encarga de ir poniendo las cosas en su sitio.


Pues bien, desde mi punto de vista, todo aquel que en el arte se dedica a restar y dividir, se equivoca; todo aquel que piense que el arte, cualquier arte, es inmutable a lo largo del tiempo, se equivoca; todo aquel que cree que sólo hay una determinada forma de interpretar, se equivoca; todo aquel que crea que el arte no evoluciona, se equivoca; y por último todo aquel que cree que puede haber evolución sin el conocimiento de la tradición también se equivoca; sin embargo, como decía Chaplin: “no quiero renunciar a la libertad deliciosa de equivocarme”.

Antonio Mairena nos dejó una obra sonora extraordinaria y nos aportó un legado, un regalo flamenco que debemos aceptar y cuidar independientemente de lo que pensemos de sus teorías. Fue un gran cantaor sin el cual la historia del Flamenco no sería la misma.

Y por último, y pensando en el Flamenco y en todos los órdenes de la vida, hago míos unos versos que el maestro Mairena cantaba por tonás:


¡Qué grande, qué grande, qué grande

es la libertad!